«The Lying Detective»
Los que terminaron el visionado de «The Six Thatchers» con un leve poso de decepción, esperando un regreso con toda la artillería pesada de la que es capaz exponer la serie pueden respirar tranquilos. «The Lying Detective» recupera todos y cada uno de los mecanismos que han hecho funcionar a los episodios donde la serie ha alcanzado sus mayores cotas de excelencia. Habilidad para mantener al espectador completamente descolocado y en un constante estado de sorpresa, una estructura narrativa que juega magistralmente con ritmo, espacio y tiempo y una soberbia labor de montaje son el envoltorio perfecto para un episodio memorable, gracias en gran medida al perfecto equilibrio entre el estimulante desafío intelectual que contiene la trama y su posterior crescendo emocional y dramático.
«The Six Thatchers» era solo la entrada al parque de atracciones de esta cuarta temporada y la muerte de Mary Watson el punto de partida para que nos adentremos de lleno en el que siempre ha sido el tema central de la serie: La amistad entre Holmes y Watson y su influencia en la progresiva «humanización» del más grande detective de todos los tiempos. «The Lying Detective» es directamente un adictivo viaje en una montaña rusa mental y emocional.
El dramático suceso ha colocado a la pareja protagonista en uno de los puntos más bajos de su trayectoria vital. La apertura del episodio muestra en un simétrico juego de espejos con el comienzo de la serie a un John Watson torturado por las pesadillas y necesitado de terapia psicológica, que ha decido poner distancia respecto a su compañero de aventuras. Mientras tanto, en el 221b de Baker Street y fruto de la culpabilidad, Sherlock es víctima de una potente recaida en su adicción a los opiáceos que afecta directamente a su lucidez y merma considerablemente sus habilidades deductivas. Un estado mental en el que realidad y fantasía se mezclan en la mente del detective y que supone el momento más inoportuno para la entrada en escena de un nuevo y peligrosísimo adversario.
La incorporación del gran Toby Jones al reparto como nuevo villano de la serie se convirtió desde su anuncio en uno de los grandes alicientes de la nueva temporada y no defrauda en absoluto. En la linea de Charles Augustus Magnussen o el propio Moriarty, Culverton Smith es una amenaza aparentemente invencible. Un multimillonario aburrido trás haber alcanzado todos los logros posibles, que esconde trás su impecable imagen de filántropo al psicópata definitivo, aquel que sabe de sobra que su inteligencia permitirá que jamás lo descubran.
Consciente de la perfección en la ejecución de sus oscuras aficiones, el siguiente paso en el plan de Smith contra su soberano aburrimiento consiste en desafiar a Sherlock a que consiga desenmascarle como asesino en serie. Un juego especialmente retorcido tanto para Holmes como para el espectador, gracias a como la trama mantiene la duda constante entre si realmente Smith ha matado o todo forma parte de una malsana fantasía destinada al simple placer de doblegar la mente de un Sherlock en horas bajas.
Trás la sublime secuencia que comparten Sherlock y la hija de Smith durante toda una noche, en la que el episodio alardea de la gran cantidad de recursos visuales habituales para ilustrar el funcionamiento y los recovecos de la compleja mente del detective, la confrontación cara a cara con el repulsivo multimillonario comienza por medio de una surrealista escena en la consulta de la nueva terapeuta de Watson. Dicha escena ilustra a la perfección la incombustible capacidad de la serie para lo inesperado y la hábil introducción del factor cómico, especialmente en lo que respecta al personaje de Watson y su inocente y permanente sensación de estupefacción ante sus seres cercanos y el propio Holmes, cuyas habilidades deductivas y predictivas comienzan a alcanzar cotas de auténtico mentalismo.
Establecidas las reglas del juego en la que la única posibilidad de derrotar a Smith queda reducida a conseguir una confesión de viva voz, la trama avanza hacia un intensísimo clímax final cargado de giros en el que la existencia de cualquier atisbo de factor emocional en Sherlock vuelve a quedar en un limbo de ambigüedad.
Lo que parecía una escalada autodestructiva fruto del remordimiento y la culpabilidad por esa bala destinada a él mismo que acabó con la vida de Mary, no es más que un estudiado plan iniciado por la propia fallecida a través de su «testamento» grabado en video, seguido al pie de la letra por el detective. Cierto es que todo el plan es fruto de las mejores intenciones y de un sincero sentimiento de cariño hacia su amigo, pero también convierte a Watson (una vez más) en objeto de la más retorcida de las manipulaciones. ¿Llegará el día en que Sherlock demuestre su amistad de una manera humana y directa, prescindiendo del intelecto? ¿Poner su vida literalmente en manos de su compañero es la mayor demostración de ese amor a la que el detective puede llegar, aunque sea parte de un plan manipulador?. Puede que la humanización de Sherlock se complete algún día o quizá no. Quien sabe.
Resuelta la trama principal, el episodio se reserva un último giro de guión iniciado por una sencilla palabra en boca de Mycroft Holmes: Sherrinford. Un nombre conocido para quien esté familiarizado con la obra de Conan Doyle y que pertenece al tercero de los hermanos Holmes, personaje con el que la serie da otra vuelta de tuerca cambiando su sexo y rebautizandolo como Eurus.
La chica con la que Watson liga en el autobús en «The Six Thatchers», la falsa hija de Culverton Smith que visita a Sherlock y la terapeuta del propio doctor resultan ser la misma persona y revela a la desconocida hermana de Sherlock y Mycroft como el gran adversario en la sombra de esta temporada. Muy probablemente Eurus Holmes esté implicada en la «resurrección» de Moriarty y forme parte de un plan que será desvelado en el próximo episodio. El problema final se acerca.
«Sherlock: The Lying Detective» está disponible en Netflix.