Crítica (e interpretación del significado) de «Madre!»

A su imagen y semejanza

El hecho de vivir tiempos involutivos marcados por la dictadura de lo políticamente correcto ha ido construyendo un escenario cuanto menos curioso para cualquier tipo de representación artística. Uno podría pensar que una época en la que todo es susceptible de ofender y en la que los límites del humor, de la publicidad o del arte se debaten y cuestionan a diario es un terreno abonado para que aflore el arte más transgresor y provocativo, pero quizá un estado de comodidad y excesivo conservadurismo por parte del gremio esta consiguiendo el efecto contrario. A ciertos niveles hay mucho dinero en juego y muy pocas ganas de complicarse la existencia, por lo que el concepto «riesgo» históricamente hermanado al arte se ha convertido en el principal elemento a evitar.

Solo por eso, «Madre!» ya es una fantástica noticia. La nueva propuesta de Darren Aronofsky llega para recordarnos que contemplar una obra de arte a veces puede resultar similar a recibir una bofetada en plena cara. Que un director aclamado y nominado al Oscar salga de su cómodo status de autor reconocido para colar una obra de estas características en el circuito más comercial con una de las superestrellas del momento encabezando el reparto es una auténtica bendición para una cartelera plana, adormecida y previsible.

Los argumentos en su contra también son perfectamente válidos y respetables. ¿Es una obra pretenciosa? Por supuesto. ¿Cómo no va a ser pretencioso proponer una experiencia que va más allá de los márgenes de la pantalla y que trata sobre «Todo» en el espectro más basto de la palabra?. ¿Es la obra de alguien al que se le ha ido la cabeza por completo y ha caído de manera estrepitosa en el exceso? Probablemente, pero ese punto en el que un artista se cree legitimado para hacer lo que le dé la real gana suele ser uno de los primeros pasos para la creación de obras destinadas a perdurar en el tiempo.

Es algo muy personal pero como cinéfilo devorador que es uno, cada vez valoro más la sensación de excitación y vértigo ante lo diferente y lo desconocido. Solo por las reacciones que ha causado en sus proyecciones previas entras en la sala con esa maravillosa sensación de estar a punto de presenciar algo que va muchísimo más allá de lo que enseñan los tráilers o la sinopsis de la película. Su disfraz de película de terror psicológico enmarcada a caballo entre los sub-géneros «home invasion» y «casa encantada» no cuela y el film se va despojando de él prenda a prenda, de manera progresiva y menos brusca de lo que aparenta, en un delirante y continuo crescendo en el que la sutileza, la elegancia y la vergüenza se van perdiendo por el camino. En paralelo, la alegoría fagocita de manera inmisericorde a lo explícito, dando forma a un plato cuya degustación provoca un estado que va desde la curiosidad al estupor, pero cuya digestión se convierte en una maravillosa experiencia durante las horas y días posteriores al visionado, cuando se manifiestan sus múltiples capas de lectura.

Para todo aquel que no se entregue por completo a una propuesta tan extrema y no comulgue con el hecho de que le relaten una fábula a gritos y con un megáfono pegado a su oreja, quedará al menos esa desasosegante atmósfera creada a través de la manera en la que se nos mueve a través de un único escenario, el uso del sonido y la minimalista banda sonora o el incómodo uso de la cámara al hombro con la que Aronofsky orbita alrededor de una esforzada Jennifer Lawrence, de Javier Bardem en una de las cumbres de su carrera, aportando un sinfín de matices a un papel que por su propia naturaleza es un caramelo realmente envenenado y de los siempre sobresalientes Ed Harris y Michelle Pfeiffer.

Ambiciosa o pretenciosa, ofensiva o provocadora, desquiciada o genial, «Mother!» ante todo es una muestra de arte de lo más valiente. Una experiencia deliciosa y refrescantemente diferente que hay que amar u odiar, pero que definitivamente hay que ver.

Aquí termina la reseña y comienza un análisis pormenorizado de la trama de la película. Os recomiendo encarecidamente no continuar con la lectura en caso de no haberla visto aún, ya que el resto del artículo es un mayúsculo spoiler que destrozaría por completo la magnífica experiencia que supone disfrutar «Madre!» con la mínima información previa posible.

Todo lo que viene a continuación es una disección de la trama y de la interpretación personal de las múltiples metáforas y alegorías que contiene el film. Un análisis destinado a enumerar los múltiples detalles que pueden pasar desapercibidos trás un primer visionado y desgranar las diversas capas de lectura de la historia, como siempre abierto al debate dentro de la interpretación personal de cada uno y animando a vuestra participación y complicidad para que resulte mucho más completo. Seguramente seréis capaces de captar muchos detalles que se me hayan escapado.

Trás la breve escena semi-onírica que cobrará su verdadera relevancia al final, el film arranca presentando a sus dos personajes principales y el único escenario donde se desarrollará la trama. Lo que en principio se nos muestra como una pareja normal y corriente compuesta por un escritor inmerso en una crisis creativa posterior a la creación de su obra más genial hasta la fecha y una mujer dedicada en cuerpo y alma a la reconstrucción del hogar en el que habitan esconde trás de sí la principal y más evidente metáfora que funciona como base principal de todo lo que se quiere relatar.

Dos personajes de los que jamás llegamos a conocer sus nombres y que actúan como figuras puramente simbólicas. Jennifer Lawrence interpreta a Madre, dando título a la película y cargando con todo el peso de la función como acompañante del espectador mientras el enigmático rol de Javier Bardem atiende únicamente a dos denominaciones: «El poeta» o mucho más adelante simplemente «Él». En el momento en que tomamos consciencia de que Madre es la Madre Naturaleza y Él responde a la figura de Dios, «Mother!» se revela como el relato de la historia de la humanidad desde sus orígenes en forma de alegoría basada en la religión católica interpretada de una manera bastante libre por Aronofsky.

Madre se despierta sola en la cama y busca a su pareja por la casa hasta dar con Dios, que acaba de regresar de un presunto paseo matinal para aclarar ideas. La conversación que surge muestra a un Dios esquivo, molesto y a la defensiva ante lo que él interpreta como reproches por no dar con la inspiración que origine su siguiente obra. El diálogo y los matices que aporta Bardem a la escena muestran con sutileza que su personaje oculta algo relativo a dicho paseo matinal. Si consideramos que la gran obra del poeta no es otra cosa que la creación del mundo, la inminente llegada a la casa del personaje encarnado por Ed Harris da respuesta al enigma. Dios ha estado experimentando y el resultado es una nueva creación: El hombre.

Antes de la aparición de Harris, la propia casa puede considerarse el tercer personaje protagonista. Más que un escenario, el Paraíso o Jardín del Edén es una prolongación de la propia Madre como iremos descubriendo a medida que es invadido y mancillado. Cuando ella sufre la casa también lo hace y la única barrera de autodefensa es la misteriosa medicina dorada en la que Madre encuentra alivio trás cada agresión.

Madre se siente invadida cuando Dios abre la puertas del paraíso a Adán, el primer hombre. Mientras ella sufre, Él experimenta una mezcla de curiosidad y placer cuando el hombre empieza a mostrar su sentimiento de admiración hacia el Poeta y su obra. La naturaleza invasiva y destructiva del hombre en el entorno empieza a manifestarse con pequeños detalles como fumar dentro de la casa, creando una situación creciente de tensión e incomprensión por parte de Madre.

Él, embriagado por la devoción que en todo momento le muestra su creación no es capaz de ver su potencial peligro y continúa con su experimento dando un paso más. De nuevo a espaldas de Madre, como demuestra la brusquedad con la que esta es expulsada del cuarto de baño y el afán por ocultar la herida en la espalda del hombre, Dios crea a la primera mujer a partir de la costilla de Adán en la escena en la que parece que vomita trás los excesos con el alcohol. Eva entra en escena.

Aronofsky deja en una nebulosa de manera muy consciente las elipsis temporales para crear más confusión añadida al relato y en la siguiente escena ya tenemos a Eva en la casa. Mientras Adán mantiene cierta actitud educada y respetuosa y su intromisión provoca alteraciones y molestias leves en el entorno, Eva es una auténtica bomba de relojería. No solo se ve legitimada a campar a sus anchas por el Paraíso si no que muestra una actitud de prepotencia y superioridad ante Madre, a la que restriega por la cara su capacidad para generar otras vidas. Dicho comportamiento alcanza su cima cuando, desobedeciendo las claras instrucciones, Eva hace añicos la más preciada posesión de Dios (el fruto prohibido) y provoca un monumental enfado que acabará terminando con la expulsión de ambos del Paraíso, no sin antes mostrar la inconsciencia y la falta total de arrepentimiento en la posterior escena en la que Adán y Eva se entregan al placer carnal como si nada hubiese ocurrido.

El periodo de calma y tranquilidad para Madre y la casa no dura demasiado ya que los hijos de la pareja (Caín y Abel) irrumpen en su hogar para dirimir sus diferencias. Caín asesina a su hermano y el primer homicidio de la historia mancilla el Paraiso con esas gotas de sangre imposibles de limpiar que se abren paso hasta el sótano de la casa abriendo las puertas del infierno. El homicidio es un punto de inflexión clave y sirve para que Dios sea al fin consciente de la imperfección de su creación y encuentre al fin la inspiración para depurar errores y crear su obra maestra definitiva. Madre es la inspiración que siempre ha estado ahí y fruto del amor entre ambos nacerá el ser humano definitivo, el mesías destinado a conducir a la humanidad hacia la perfección.

Pero Dios no es perfecto y vuelve a cometer el error de abrir las puertas del Paraiso a la humanidad para alimentar su ego con su adoración y devoción, lo que desata una vorágine de irreversibles consecuencias en el controvertido tercio final de la película. La casa es invadida por la irrespetuosa humanidad al completo. Unos se dedican a construir y tranformar el Paraíso a su antojo, legitimados por el permiso de Dios («El Poeta ha dicho que esta es la casa de todos»), otros directamente a destruir. Los humanos generan guerras, se agreden y se matan entre ellos, incluso aparece la iglesia católica (representada por la agente literaria del Poeta interpretada por Kristen Wiig) apropiándose de su obra y ejecutando de manera inquisitoria a quien no siga las doctrinas que ella marca, todo ello a la espera de contemplar la obra definitiva del creador.

La escena de más impacto y crudeza visual se produce cuando Dios vuelve a caer presa de su ego y exhibe su obra maestra ante los humanos en contra de la voluntad de Madre. La humanidad en su facción más fánatica responde devorando de manera salvaje la obra, lo que puede verse como otra alegoría religiosa (la comunión al ingerir el cuerpo y la sangre de Cristo) o una metáfora de como el público anhela con ansia la próxima gran obra de arte para deglutirla de forma inmediata y escupir los restos sin un mínimo de sensibilidad y consideración ante la magia y las dificultades del proceso creativo.

Desprovista de cualquier método de defensa (la medicina) y mancillada, agredida y totalmente degradada, a Madre no le queda más opción que autoinmolarse destruyendo todo consigo, no sin antes acceder a la última y egoista petición de Dios: su amor sin el que el poeta es absolutamente incapaz de crear. Así, en un final sublime, se cierra ese bucle aparentemente infinito en el que todo comienza de nuevo para desembocar en la misma tragedia una y otra vez, a menos que hagamos algo por evitarlo.

De esta manera la película es muchísimas cosas a la vez. Es una retorcida alegoría sobre el proceso creativo. No es casual que Aronofsky muestre a Dios como una artista. Quiza pueda percibirse alguna que otra dosis de autocrítica personal, hacia el gigantesco ego inherente al artista o a la egoista y despiadada utilización, explotación y desprecio hacia sus musas. También se atreve a mostrar sin tapujos las dos caras de la femineidad, tanto como símbolo de perfección y pureza (Madre) como instrumento de origen para la absoluta destrucción (Eva), algo bastante valiente en estos tiempos que corren, pero sobre todas las cosas «Mother!» es un grito de advertencia desesperado.

Un alegato ecologista que nos pone bruscamente ante el espejo y muestra sin pudor nuestras vergüenzas respecto al trato hacia el entorno que se nos ha dado. Está en nuestras manos y no debemos poner la esperanza y la responsabilidad en manos de Dios porque para Aronofsky es un Dios imperfecto. No hay diablo porque en Él está representados el bien y el mal como caras de la misma moneda. Un Dios ególatra, infantil, caprichoso y cándido que trabaja mediante ensayo y error y que tomará el camino equivocado una y otra vez por amarnos y confiar en nosotros de manera incondicional, por alimentarse de nuestra adoración y por crearnos a su imagen y semejanza. Tan imperfectos como él mismo.

«Madre!» se estrena en España el 29 de Septiembre.

@reyesdelmando Los Reyes del Mando
@Oscar_DLC Oscar De La Cruz

6 comentarios en “Crítica (e interpretación del significado) de «Madre!»

  1. jajaja… después de ésta interpretación la película se vuelve cómica. Bravo por el director por aquello de correr riesgos. Pero esto es cine y si no se piensa en el espectador, entonces qué espera?
    cuando la casa es un lío y salen personajes insulsos de la nada, ejércitos completos, bombas, barricadas, dentro de una habitación, no puedes esperar que la gente permanezca.
    Sin importar cuanto reconocimiento tengas, premios o cualquier cosas parecida, la gente sale de la sala porque lo que le presentan es ridículo.
    Quieres hacer una metáfora? hazla bien. Quieres correr riesgos? córrelos, pero no a costa la inteligencia de la gente.

  2. A mi me gusto mucho, hace tiempo que no veía una película que mantuviera mi atención hasta el final y me hiciera pensar, no la relacione con nada religioso, en mi opinión representa la creación, las fases por las que tenemos que pasar para volver a crear algo. El artista que pierde la inspiración y que la recupera con su musa, a través de la unión de ambos crea una nueva obra que tiene que entregarla al resto del mundo para ser devorada. La musa no entiende este proceso y al perder su creación decide perecer y destruir todo lo que ella le había entregado, al final el artista recoge sus restos y ella le ofrece su esencia (amor) en forma de cristal y vuelve otra vez al inicio de su nueva creación.

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