“Del pincel al píxel” por Oscar De La Cruz
Más allá de la compra de Marvel o Lucasfilm, Disney siempre ha sabido gestionar de manera ejemplar su patrimonio cinematográfico, tomándose casi como una obligación y una responsabilidad mantener con vida su extenso legado haciendo llegar su magia a las nuevas generaciones. Esto le da a la productora la posibilidad de profundizar, reinventar y jugar con sus grandes personajes e historias clásicas, amparada por las nuevas tecnologías y el estilo contemporaneo de hacer cine.
Adaptar clásicos de este categoría lleva implícito la ventaja de partir de un material de probadísima eficacia y el inconveniente de las propias limitaciones creativas, dificultad que en “El Libro de la Selva” se multiplica de manera exponencial. Los márgenes de libertad que se tomó el estudio a la hora de reinventar la historia de “La Bella Durmiente” a través del punto de vista de la villana creando algo completamente nuevo en “Maléfica” desaparecen por completo en esta ocasión por dos razones fundamentales: la alargada sombra del eterno clásico literario de Rudyard Kipling y la versión animada del año 1967, uno de los clásicos Disney con más peso específico en el imaginario colectivo de toda su filmografía.
Consciente de ello y continuando con la linea de acierto en la elección más adecuada para ejecutar cada aspecto de sus productos, la responsabilidad de capitanear el barco recae sobre los hombros de Jon Favreau, un director de un perfil más cercano al de versátil artesano que al de autor con sello propio. Si en “Alicia en el País de las Maravillas” era un acierto total contar con la imaginería visual de Tim Burton, en una producción en la que el lema principal parece ser “Si algo funciona, no lo toques” es igualmente adecuado contar con un director capaz de adaptarse y de probada solvencia, ya sea para llevar a buen puerto una comedia romántica de bajo presupuesto o una millonaria superproducción. Dichas limitaciones estan tan presentes, que uno no puede evitar salir de la sala con la sensación de que Favreau se ha limitado a copiar casi escena por escena el clásico animado, convirtiendo al film en una actualización donde la auténtica estrella de la función es el brillantísimo equipo formado por los mejores creadores de efectos digitales del mundo en la actualidad. Ahí es donde reside la auténtica fuerza de la película, convirtiéndose es una auténtica exhibición de belleza y realismo a la hora de reproducir tanto especies animales como escenarios naturales con el máximo nivel de perfección visto hasta la fecha.
Argumentalmente, las novedades son tan sutiles como casi imperceptibles. Únicamente se enfatiza algo más lo que siempre ha sido el potente nucleo de la historia: Mowgli como elemento desestabilizador dentro de una estructura social marcada por unas estrictas normas y las diferentes actitudes de cada miembro de la comunidad ante su presencia. Desde el comportamiento integrador de los lobos hasta la desconfianza y la clara percepción del cachorro humano como amenaza por parte de Shere Kan, pasando por la utilización egoista de las habilidades humanas por parte de Baloo y el rey Louie, todo se mantiene a la perfección y de manera muy vigente dentro del relato. Respecto al clásico animado, comparte la misma obsesión por no dejar fuera ningún detalle fundamental desde el icónico calzón rojo del protagonista hasta las canciones, uno de los aspectos tan marcados a fuego en el imaginario colectivo que esta nueva versión se resiste a dejar fuera a pesar de las consecuencias porque, si bien “The Bare Necessities” está integrada más o menos argumentalmente, chirría bastante que el rey Louie se arranque a cantar “I Wanna Be Like You” en plena conversación dentro de una película que no se encuadra en el género musical.
Si como espectáculo visual y dinámico el film es realmente perfecto, en el plano artístico sin duda hay que señalar la no menos perfecta elección del reparto. La participación de Favreau ha sido decisiva a la hora de conseguir reclutar a un soberbio elenco que, más allá de las voces, aporta todos y cada uno de sus rasgos, tanto a nivel interpretativo como personal. La imponente presencia de Idris Elba, la seducción de Scarlett Johansson, la calmada elegancia de Giancarlo Esposito, la dulzura maternal de Lupita Nyong’o, la sabiduría que desprende Ben Kingsley, el punto de locura de Christopher Walken o la divertida pachorra de Bill Murray, encajan como un guante en cada uno de sus personajes y dan como resultado uno de los castings más atinados de los últimos tiempos. La guinda es el habitual acierto de Disney a la hora de descubrir nuevos jóvenes talentos con el encanto y naturalidad del debutante Neel Sethi, con la dificultad añadida que supone rodar tu primera película frente a una pantalla verde, imaginando los escenarios virtuales y dando réplica únicamente a peronajes digitales.
Respecto a la fuerte polémica trás su estreno en la India, generada por el organismo censor que acusó a la película de ser demasiado terrorífica para los niños, el calificativo puede ser un poco exagerado. Es cierto que el realismo y las amenazantes representaciones del tigre Shere Khan y la serpiente Kaa en un par de escenas específicas pueden asustar a niños muy pequeños, pero el tono del film no es más tenebroso que cualquier otra película Disney. En cualquier caso los padres son los que tienen la última palabra y los tráilers pueden ser de bastante ayuda para, en base al conocimiento de sus propios hijos, tomar la decisión de ir o no con ellos al cine. En su mayoría disfrutarán descubriendo una historia y unos personajes inmortales mientras los padres rememoran la magia del clásico que Walt Disney no consiguió ver terminado, esta vez por medio de los contemporaneos píxeles que han sustituido a los antiguos pinceles.
“El Libro de la Selva” se estrena en España el 15 de Abril
Imágenes: Disney Pictures.
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