“The Winds of Winter”
La sexta entrega de “Juego de Tronos” llega a su fin por todo lo alto con el episodio más largo hasta la fecha (69 minutos), sin escatimar en pirotecnia e intensidad y dejando tras de sí varias certezas y algunas cuestiones sobre el futuro de la serie. En primer lugar la confirmación como el mayor espectáculo televisivo que puede disfrutarse en la actualidad a nivel técnico y de producción, un hecho incontestable que hace emerger a dos grandes triunfadores dentro del portentoso equipo responsable del show. Gracias a los dos episodios finales de la presente temporada, Miguel Sapochnik ha pasado de ser un competente realizador con una experiencia forjada a base de episodios sueltos para series como “House”, “True Detective”, “Banshee” o “Fringe”, a convertirse en un auténtico nombre a seguir gracias a su demostración de versatilidad y de puro talento trás la cámara.
Tanto Sapochnik como el compositor Ramin Djawadi son los principales artífices de los sublimes veinte primeros minutos de “The Winds of Winter”, una auténtica joya de muchos quilates cinematográficos en cuanto a planificación y ejecución. Totalmente alejada del estilo de “The Battle of the Bastards” pero equiparable en emoción, las pausadas notas de piano y violín de la maravillosa pieza titulada “Light of the Seven” presiden una tensísima escena casi exenta de diálogo con reminiscencias del clímax final de “El Padrino”.
No parece casual y tiene su parte de lógica que en la primera temporada que no cuenta con las novelas como base, la prosa haya perdido terreno frente a la imagen. Poco a poco el cine se impone sobre la literatura, el gesto sobre la palabra. Si repasamos los momentos más memorables y las actuaciones más destacadas, ha sido una temporada de silencios y miradas más que de grandes lineas de guión. “Juego de Tronos” ha evolucionado mucho desde ese teatral folletín de intrigas políticas que fue en sus comienzos. La conversión progresiva en ambicioso espectáculo audiovisual ha generado que cuando la serie decide tomarse su tiempo para desarrollar personajes o tramas como solía hacerlo, enseguida broten corrientes de opinión del estilo “Episodio flojo” o “de transición” o la sensación de que las tramas están innecesariamente alargadas y existen periodos en los que no ocurre nada realmente relevante. Son las consecuencias de convertirse en un fenómeno global seguido y analizado al milímetro por una legión de exigentes y ávidos fans.
Un presunto defecto que sobrevoló de manera constante la temporada anterior corregido de manera eficiente en la que nos ocupa y que deja flotando en el aire una de las grandes preguntas. ¿Se ha convertido “Juego de Tronos” en una serie al servicio del fan? Una cuestión lícita que empieza a gestarse con la resurrección de Jon Nieve y continúa con el comentado acelerón en el ritmo narrativo y un acusado descenso en el tono cínico tan propio de George R.R. Martin hacia una épica más clásica, más “de manual”. Desde luego que la táctica ha funcionado con creces si atendemos al nivel de entusiasmo con el que se ha recibido esta temporada pero siempre existe el riesgo de perder la esencia y las señas de identidad de la obra cuando contentar a la mayor cantidad de seguidores se convierte en una obsesión.
Otro de los inconvenientes cuando quieres ofrecer al espectador exáctamente lo que espera es la inevitable pérdida de la capacidad de sorpresa. “The Winds of Winter” es un magnífico episodio que ha vuelto a encandilar a los fans (el segundo 10 sobre 10 en IMDB consecutivo) pero también la “season finale” más previsible de la serie hasta el momento. Salvo el suicidio de Tommen y la inesperada aparición de Arya en Los Gemelos, no ha ocurrido nada que se acerque remotamente a los momentos más impactantes y sorprendentes vistos previamente. No ha resultado especialmente complicado anticipar que el problema religioso de Desembarco del Rey iba a resolverse de un plumazo con el Fuego Valyrio almacenado en las catacumbas. Era más que obvio que nos sería revelado el secreto a voces del verdadero origen de Jon Nieve en la segunda parte de la visión/flashback de Bran en la Torre de la Alegría y que Daenerys iniciaría de una vez por todas su viaje marítimo hacia la conquista del trono. Incluso el episodio se atreve a intentar replicar de manera idéntica la escena del nombramiento de Jon como Rey en el Norte que ya protagonizó Robb Stark en su día, pero todo está rodado de manera tan impecable que no queda más remedio que aplaudir.
Lo único que todos los lectores de las novelas podíamos esperar como impactante sorpresa final era la aparición de Lady Corazón de Piedra pero al final no ha sido así y veremos si se ha reservado para un futuro o si la trama de El Perro y la Hermandad Sin Estandartes será justificada de otra manera. Lo que si nos deja el episodio son abundantes detalles como el impresionante aspecto de la biblioteca de la Ciudadela (otra escena visualmente embriagadora) y el vuelo de los cuervos blancos que anuncian la llegada del invierno, la despedida (¿definitiva?) de Melissandre enviada al destierro por el asesinato de Shireen, la revelación del verdadero objetivo de Meñique, la deportividad con la que Daario Naharis acepta la ruptura y despedida de su amada o el atropellado reclutamiento de las casas Tyrell y Martell por parte de Varys y su supersónico viaje de ida y vuelta a Dorne insertado a toda prisa en el último minuto.
A lo mejor los guionistas de la serie y el autor de las novelas han pactado caminos independientes para cada producto o quizá, al igual que Tyrion, Martin ha dejado atrás su cinismo para dejarse llevar y creer (emotivísima la escena en que Daenerys nombra Mano de la Reina al pequeño Lannister). Lo cierto es que el fin de temporada deja una fuerte sensación de que esto se aproxima a toda velocidad a su desenlace y todo parece avocado a un final con Jon Nieve y Daenerys Targaryen en el Trono de Hierro gobernando felices para siempre. Sea como sea, la batalla final por Poniente se decidirá en dos frentes con los bandos clarísimamente definidos. Por un lado Invernalia contra la amenaza del ejercito de los muertos (si consiguen atravesar el ¿¿hechizo mágico?? que protege el Muro, según Benjen Stark) y por otro la gran guerra entre Cersei Lannister, convertida por derecho propio en única villana oficial de la serie, y el resto del mundo. Los conflictos iniciados por los hombres serán definitivamente resueltos por las mujeres en todos los frentes posibles. Sansa y Arya Stark, Daenerys Targaryen, las Serpientes de Arena, Lady Olenna, Yara Greyjoy, Lyanna Mormont y la propia Cersei han dejado de ejercer en las sombras y ostentan un poder auténtico y palpable, dando oficialmente por muerto el periodo del patriarcado y siendo parte activa de los designios del mundo en uno de los vuelcos sociales más interesantes de la serie.
Como es tradición ahora se abre un largo camino entre valoraciones, especulaciones, nuevas incorporaciones al reparto y rumores varios hasta la lejana llegada de la séptima y quien sabe si definitiva temporada de una serie que acabe como acabe habrá dejado una huella imborrable. De momento suenan rumores de que será mucho más corta (solo siete episodios) y aquí estaremos para disfrutarla, comentarla y analizarla al detalle. Como siempre, será un placer.
Grandes momentos del episodio:
- El pastel de carne “a la Frey”
- La mirada entre Cersei y Jaime. La mezcla entre el placer del objetivo cumplido y la amargura por los enormes sacrificios para alcanzarlo.
- Meñique y Sansa. Otra mirada que lo dice absolutamente todo.
- La Montaña y la Septa. Venganza lenta y cruel marca de la casa Lannister.
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