“El ataque de los clones” por Oscar De La Cruz
Es recurrente hablar de la falta de ideas en el mundo del cine y su forma de agarrarse al clavo ardiendo del último fenómeno popular y de exprimirlo hasta sus últimas consecuencias. Dicho modus operandi tiene su réplica exacta (o incluso más acusada) en el ámbito de la literatura, donde cada vez es más común y rutinaria la explotación inmisericorde de cualquier tipo de fórmula que de vez en cuando aparece y conecta casi de manera mágica con el publico masivo, traduciéndose en beneficios multimillonarios.
Sin duda Dan Brown entra de lleno en esta categoría y por extensión las adaptaciones a la gran pantalla de su obra, que terminan por retratarle del todo como uno de los ejemplos más flagrantes de auto-plagio perezoso. No seré yo quien entre en el debate de lo que es buena o mala literatura porque disfruté en su día como un enano con “El Código Da Vinci” y aprecio como el que más un buen entretenimiento ligero, pero que una secuela busque generar una experiencia lo más parecida posible a la conseguida por el original (de hecho es eso específicamente lo que pretende encontrarse el lector/espectador) es una cosa y otra muy distinta es intentar vender exactamente la misma historia una y otra vez. Además suele acabar convirténdose en uno de los caminos más rápidos para acabar cansando y que la gallina de los huevos de oro deje de producir.
Imagino que la culpa se puede repartir de manera equitativa entre novela y película pero lo cierto es que “Inferno” se ajusta de manera tan rígida a la conocida estructura argumental de la serie de novelas protagonizadas por el profesor Langdon que por momentos parece una fotocopia exacta de “Ángeles y Demonios” en la que los responsables del guión se han limitado a sustituir las palabras “Vaticano” y “antimateria” por “Florencia” y “Virus”.
¿Aun así cuela? ¿Es entretenida? Por supuesto que sí porque, además de ser la más adrenalínica de las tres entregas desde el primer segundo de su brillante inicio, mantiene su altísimo ritmo hasta el final y se sustenta en el talento de un equipo que sabe muy bien lo que hace. Todo resulta más fácil con el oficio de Ron Howard a los mandos de la nave y con un glamouroso elenco internacional de actores muy capaz de compensar a base de credibilidad y presencia lo estereotipado de sus personajes. Ben Foster necesita pocos minutos en pantalla para dejar huella junto a la siempre correcta Felicity Jones y el francés Omar Sy, cada vez más asentado en Hollywood al igual que la estupenda Sidse Babett Knudsen, la gran revelación de la serie sueca “Borgen” a quien también podemos ver actualmente en “Westworld”.
Todos ellos arropando a Tom Hanks, que hasta con el piloto automático resulta convincente a pesar de lo poquísimo que se preocupa el film de desarrollar a su personaje. Resulta verdaderamente chocante la extraña renuncia de la, hasta el momento, trilogía a presentarse en un formato de “saga” clásica que muestre un mínimo de evolución en su protagonista o se preocupe de exponer una linea temporal clara. Se pueden ver las tres películas en el orden que se le antoje a cualquiera y el resultado es exactamente el mismo porque da la sensación de que a Langdon le borran los recuerdos al final de cada aventura. Con todo lo que ha visto y lo que lleva a sus espaldas podría esperarse a un Langdon algo más resolutivo y resabiado, pero nada. Ningún matiz nuevo salvo la revelación de un episodio amoroso del pasado no demasiado trascendente.
“El Código Da Vinci” dio a conocer al gran público a un personaje con buenos mimbres para dejar huella en el imaginario popular, más aun con la bendición de que un actor de la talla de Hanks se ocupe de darle vida. Si protagoniza verdaderas secuelas en lugar de clones lo podrá conseguir con facilidad. De tí depende, Dan Brown.
“Inferno” se estrena en España el 14 de Octubre.
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