“El instinto evolutivo” (o la necesidad de actualización)
La división de animación de Disney estrenaba en el año 2012 lo que a priori aparentaba ser una especie de respuesta al “Toy Story” de Pixar, aplicando una premisa muy similar en la que los juguetes se sustituían por personajes de videojuego. Ser testigo del lado oculto de la vida de estos personajes de 8 y 16 bits cuando su jornada laboral llega a su fin e indagar en sus conflictos psicológicos y existenciales respecto a su función en la vida se convertía en el gran aliciente de “¡Rompe Ralph!”, que seis años después continúa su relato a través de una secuela realmente ejemplar.
Con la participación de su co-guionista de la primera entrega Phil Johnston ascendido a labores de co-dirección, Rich Moore retoma los mandos después de darle al estudio un nuevo Oscar al mejor film de animación con “Zootrópolis”, aplicando las normas básicas de toda buena segunda parte de manera milimétrica.
Introduciendo a Disney en una de sus películas más apegadas al mundo contemporáneo de toda su historia, “Ralph Rompe Internet” amplía de manera exponencial su mundo y sobre todo muestra una evolución de sus personajes tremendamente palpable a nivel humano. Al fin y al cabo el concepto de evolución y crecimiento personal es el tema principal subyacente que conserva de la primera entrega, enriqueciéndolo aún más. Es muy superior en todo a su antecesora y no la minimiza sino todo lo contrario, haciendo que ambas películas conformen un díptico rotundo y extraordinariamente coherente.
Es bastante más divertida, con un ritmo más acelerado y su representación de Internet como nuevo escenario alcanza cotas abrumadoras de enormidad. A la altura de la monumental “Zootrópolis”, el entorno es un organismo vivo y en continuo movimiento que no deja de mostrar estímulos visuales a cada segundo y está repleto a rebosar de hallazgos y recursos realmente ingeniosos, por lo que el efecto “Parque de Atracciones” está presente de manera constante. Internet aparece como una megalópolis virtual que combina el minimalismo iconográfico de “Inside Out” con aspectos conceptuales similares a los de “Ready Player One” de la que apetece conocer y explorar hasta el último de sus rincones. Por supuesto sobra mencionar a estas alturas lo sobresaliente del apartado técnico a nivel de acabados, texturas o de la propia fotografía, que alcanza sus cotas más altas de excelencia dentro de ese trasunto de “Grand Thef Auto” en el que se desarrolla buena parte del film.
Todo esto forma parte del maravilloso envoltorio de un periplo emocional por parte de sus personajes que en muchos aspectos iguala el nivel de las grandes obras de Pixar en cuanto a complejidad y riesgo. Sin ir más lejos es una secuela mucho menos complaciente que “Los Increibles 2” o “Buscando a Dory”, que en gran medida se conformaban con repetir plantilla. En la tradición de las grandes obras maestras del estudio, existen múltiples capas de lectura por debajo de los gags constantes, el espíritu de aventura contra reloj, las set pieces de acción, los cameos y homenajes a grandes clásicos o incluso del memorable tramo central en el que la película se dedica casi en exclusiva a exhibir al Disney más autoparódico jamás visto mediante todo el asunto de las princesas.
En esta ocasión, Disney se sumerge de manera profunda en el alma humana explorando el concepto de la amistad y llevándolo muchos pasos más allá de lo habitual, otorgando el absoluto protagonismo a la pequeña Vanellope y a su íntimo viaje de evolución y crecimiento personal. La película aporta el hecho excepcional de ser uno de los pocos relatos de Disney que prescinden de un villano canónico y ahí es donde reside el giro más atrevido y excelso de la trama, cuando la interpretación equivocada y excesiva de las claves de la relación revelan al más inesperado de los antagonistas.
Conservadurismo y miedo frente al instinto vital de evolución y apertura al cambio, lo que nos hace avanzar contra lo que nos lastra, la mirada optimista e ilusionada de alguien dispuesto a crecer en contraposición con la lucha interna de alguien diseñado para la destrucción muy a su pesar. Todo ello colisionando en un tercio final arrolladoramente conmovedor, melancólico y en gran medida trágico. No obstante, al final todo se traduce en la crónica de una dolorosa separación.
Es lo que ocurre cuando Disney da de lleno en la diana. “Ralph Rompe Internet” es un entretenimiento de primer nivel para todos los públicos bajo una mirada superficial y, para todo aquel adulto que mire más allá, una sorprendente y rotunda obra maestra.
“Ralph Rompe Internet” se estrena en España el 5 de Diciembre
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