El orgullo de los perdedores
Hay casos en los que una nominación al Oscar verdaderamente ejerce de trampolín y ayuda para que una película alcance una carrera comercial ajustada a su calidad y que no pase demasiado desapercibida por una cartelera gobernada por el blockbuster y la apuesta segura.
En su segundo largometraje como directora trás “The Diary of a Teenage Girl”, Marielle Heller lleva a la gran pantalla con deliciosa elegancia la adaptación de “Can You Ever Forgive?”, la autobiografía de la escritora Lee Israel en la que relata la fascinante historia de su periplo como falsificadora de cartas personales de ilustres figuras de la literatura con las que consiguió lucrarse económicante.
La vida real consigue una vez más para el cine historias que superan la más fascinante de las ficciones y nos deja una pequeña joya de la pantalla en la que la exploración de personajes y conceptos irresistiblemente humanos consiguen calar de manera especialmente destacada.
Enmarcada en una Nueva York filmada con un estilo casi “alleniano”, y más en concreto en su submundo literario, “¿Podrás perdonarme algún día?” se revela como una disección del fracaso y la huida de él hacia adelante, del talento mál enfocado y utilizado y de la incapacidad para adaptarse a las reglas del juego premarcadas. La figura del fracasado como jugoso referente y sujeto de estudio a la hora de desarrollar relatos interesantes existe, tanto en la literatura como en el cine, desde tiempos inmemoriales y lleva asociado en el caso del séptimo arte un número suficiente de tópicos y lugares comunes que pueden hacer caer el retrato en el exceso con excesiva facilidad.
Tanto Lee Israel como Jack Hock son eminentemente dos seres humanos desastrosos y dolorosamente solitarios y resulta especialmente sobresaliente la manera en que la película los muestra sin colocar al espectador en un plano de superioridad moral y esquivando justificar en absoluto su naturaleza inadaptada poniendo el acento en su alcoholismo o en su condición sexual. Dos personas erráticas en todo tipo de decisión vital retratadas con una ausencia total de paternalismo o condescendencia con las que es francamente difícil empatizar a las que irremediablemente acabas queriendo gracias a ese pequeño poso de orgullo y de pequeña rebelión contra lo establecido que aflora de manera progresiva y deliciosa a medida que avanza su carrera delictiva.
“¿Podrás perdonarme algún día” es un ejemplo paradigmático de la película “de actores” y con esas bases, tanto Melissa McCarthy como Richard E. Grant ofrecen uno de los trabajos más perdurables de su carrera, derrochando química a la hora de encarnar a esta pareja de almas gemelas y defectuosas. Ella contenida, humana y dando un recital de autenticidad y él derrochando personalidad con un agradecido puntito de teatralidad, ambos aprovechan a las mil maravillas esos dos caramelos en forma de personajes.
El único momento en el que el film abandona el camino de la sutileza es la escena en el juzgado, donde quizá se verbaliza de manera no muy necesaria un discurso que la propia película ya se ha encargado de dejar suficientemente claro por sí misma. Algo muy propio de Hollywood que se antoja prescindible y cuyo uso parece más destinado a convertirse en simple escena de lucimiento o en clip para enviar a los académicos para solicitar la nominación de McCarthy.
Simplemente vayan a verla, porque esta es una de esas joyitas cinematográficas emotiva, interesante y fascinante con las que será imposible reprimir una sonrisa de satisfacción en caso de que logre rascar alguna dorada estatuilla.
“¿Podrás perdonarme algún día” se estrena en España el 22 de Febrero
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